Inmunoterapia para el cáncer

La respuesta a una antigua pregunta

El cáncer ha acompañado a la humanidad desde siempre, y a lo largo de la historia los médicos han intentado comprender y tratar a esta enfermedad. Desde los egipcios, que culpaban a los dioses por el cáncer, hasta Hipócrates, que creía que la causa era un exceso de bilis negra en el organismo, todas las civilizaciones buscaron respuestas.
En la antigua Roma se comenzó a utilizar la cirugía como tratamiento; esa herramienta terapéutica se volvió el estándar para los médicos durante casi dos mil años.
Con el desarrollo de la anestesia, en el siglo XIX, la cirugía avanzó; sin embargo, aún tenía grandes limitaciones, en especial para personas con cáncer en estadio metastásico (cuando la enfermedad se ha diseminado a otras partes del cuerpo).[1]
Fue en esos tiempos también cuando comenzó la idea de la inmunoterapia, en el momento en el que un cirujano de Nueva York, William Coley, comenzó a tratar el cáncer con diferentes tipos de bacterias para estimular el sistema inmunitario a luchar contra la enfermedad. Pese al limitado éxito de este abordaje, la inmunoterapia permaneció como posibilidad de tratamiento en el pensamiento de las siguientes generaciones de científicos oncólogos.

Siglo XX, un punto de inflexión en oncología


En 1903, cinco años después del descubrimiento del radio por parte de Marie Curie, se lograron los primeros tratamientos exitosos con radioterapia. Este tratamiento utiliza rayos de alta energía para destruir células cancerosas. En su momento, fue un enorme paso adelante, y se sigue utilizando hoy en día. Sin embargo, entre sus limitaciones se encuentra el daño a las células normales, que puede causar efectos colaterales.[2]
El siguiente desarrollo notable en el tratamiento fue la llegada de la quimioterapia, descubierta durante la Segunda Guerra Mundial; la primera cura de cáncer metastásico se logró en 1956.[3] En ese entonces representó un avance fundamental que trajo esperanza a los pacientes.
La quimioterapia evolucionó en los siguientes 70 años, y aunque en la actualidad es mucho más sofisticada, sigue actuando de la misma forma: destruye células cancerosas apuntando a las células que se dividen rápidamente. Es decir que, además de destruir células cancerosas, afecta a células normales de crecimiento rápido, como por ejemplo células de la sangre y de la médula ósea. Es por eso que una consecuencia indeseada de la quimioterapia es la destrucción de glóbulos blancos, que pueden dejar a las personas más vulnerables a infecciones, y otras células sanas.

Opciones de tratamiento en la actualidad

El advenimiento de las terapias dirigidas permitió un enorme salto en el tratamiento del cáncer; estas drogas lograron inhibir el crecimiento y la diseminación del cáncer interfiriendo con moléculas específicas. A diferencia de la quimioterapia, que destruye tanto células cancerosas como células sanas, las terapias dirigidas se focalizan en objetivos específicos asociados al cáncer.[4]
La innovación más reciente en tratamiento oncológico es la inmunoterapia para el cáncer, que actúa específicamente en el sistema inmunitario.
Este sistema es el mecanismo de defensa natural contra invasores, como virus y bacterias, para mantener sano al organismo. Detecta y destruye todo aquello que no deba estar en el cuerpo, incluyendo a las células normales que se vuelven cancerosas. Es capaz de reconocer cambios sutiles (mutaciones) que se producen en las células anormales, y por lo general lo hace mediante los linfocitos T, un tipo de células que buscan y eliminan toda amenaza potencial.
Sin embargo, en algunos casos esas células con mutaciones logran evadir la respuesta inmunitaria, lo que les permite desarrollarse hasta convertirse en tumores potencialmente peligrosos.


El ejército de los linfocitos T
Al comprender la biología del cáncer y el funcionamiento del sistema inmunitario, se desarrollaron inmunoterapias. El objetivo de este tipo de medicamentos es ayudar al sistema inmunitario a reconocer y atacar células cancerosas.
No todas las inmunoterapias funcionan igual: algunas buscan y ‘sobreescriben’ los mecanismos que evitan la respuesta inmunitaria, mientras que otras apuntan a estimular una respuesta de los linfocitos T.
La relación entre la biología inmunitaria y el cáncer es una ciencia sumamente compleja. No obstante, al saber con precisión hacia dónde apuntar, los científicos pueden establecer en qué tumores específicos se puede utilizar determinada inmunoterapia.

El futuro de la inmunoterapia para el cáncer
A medida que aumenta el conocimiento sobre el sistema inmunitario y la biología de los tumores, crece la esperanza de desarrollar tratamientos que pueden cambiar la vida de las personas.
En los últimos años se han logrado grandes avances, con inmunoterapias que apuntan a aspectos específicos de ciertos tumores.
La combinación de diferentes tratamientos, que en algunos casos ya se está llevando a cabo, permitirá inclusive mayores progresos.
La inmunoterapia para el cáncer representa un área de investigación apasionante y en plena evolución.
Conocer a fondo la biología inmunitaria, saber cómo fortalecerla y lograr una respuesta inmune contra el cáncer, podría cambiar definitivamente la forma en que se piensa en esta enfermedad y su tratamiento en un futuro cercano.
AR/ATEZ/1709/0036

Referencias
[1] American Cancer Society. The history of cancer. https://www.cancer.org/cancer/cancer-basics/history-of-cancer.html Último acceso: Septiembre de 2017
[2] Macmillan. Radiotherapy. http://www.macmillan.org.uk/information-and-support/treating/radiotherapy/radiotherapy-explained/what-is-radiotherapy.html#44473 Último acceso: Septiembre de 2017
[3] American Cancer Society. Evolution of cancer treatments: Chemotherapy. http://www.cancer.org/cancer/cancerbasics/thehistoryofcancer/the-history-of-cancer-cancer-treatment-chemo. Último acceso: Septiembre de 2017
[4] National Cancer Institute. Targeted cancer therapies. https://www.cancer.gov/about-cancer/treatment/types/targeted-therapies/targeted-therapies-fact-sheet - q1 Último acceso: Septiembre de 2017