Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, en 2030 podría haber 12 millones de muertes por cáncer. Una de cada tres mujeres y uno de cada dos hombres desarrollarán un cáncer durante su vida. En algunos países, el cáncer superará las enfermedades cardíacas como la causa habitual de muerte. Los costos sanitarios, sociales, emocionales y económicos de semejante impacto serán enormes. 

Pero a pesar de este protagonismo, el relato social del cáncer es el de una historia de oscuridad, secreto, terror y agonía. “Cáncer” es un palabra de la que huimos, que nos confronta con temores ancestrales y nos paraliza. 

Los tumores, la miríada de diferentes expresiones de esta patología cuyo denominador común es la multiplicación anormal de células, son antiguos compañeros de la humanidad. 

Louis Leakey, el arqueólogo y paleoantropólogo británico que probó por primera vez el origen africano del ser humano, encontró los rastros de una forma de cáncer endémica del sudeste de ese continente en un cráneo de 2 millones de años de antigüedad. 

La primera alusión de la historia a esta patología se encuentra en el papiro de Edwin Smith, acerca de curaciones, dolencias y anatomía. Allí, Imhotep, sumo sacerdote de Heliópolis, médico, arquitecto y astrónomo, afirma:  “Si examinas (…) masas abultadas en el pecho y compruebas que se ha diseminado por él, si pones la mano en los pechos y los sientes fríos, sin fiebre alguna en ellos cuando los tocas; no tienen granulaciones, no contienen fluidos y no producen ninguna descarga líquida, pero aparecen protuberantes al tacto, debes decir al respecto, “tengo que enfrentarme aquí con un caso de masas abultadas (…)”. Y en el capítulo dedicado a las curas, asegura: “No hay ninguna”. 

Recibió su nombre en la época de Hipócrates, alrededor del 400 a. C.: karkinos, ‘cangrejo’, en griego, seguramente inspirado por la visión del tumor rodeado de los vasos sanguíneos que lo irrigan. Desde entonces, se estableció una batalla para dominarlo. Pero a diferencia de lo que ocurre con virus y bacterias, el enemigo contra el que peleamos nos devuelve el golpe con los mismos artilugios que nos permiten sobrevivir. “Las células cancerosas pueden crecer más rápido y adaptarse mejor. Son una versión más perfecta de nosotros mismos (…). El cáncer es tremendamente exitoso, en parte, porque explota las características mismas que nos hacen exitosos como especie y como organismo”, escribe Siddhartha Mukherjee en El emperador de todos los males. Una biografía del cáncer (Taurus, 2010). 


 

"Recibió su nombre en la época de Hipócrates, alrededor del 400 a. C.: karkinos, ‘cangrejo’, en griego, seguramente inspirado por la visión del tumor rodeado de los vasos sanguíneos que lo irrigan"




Fueron siglos de búsqueda a ciegas que sometieron a los pacientes a tratamientos hoy difícilmente imaginables. Mastectomías radicales realizadas sin anestesia, ungüentos, bálsamos, pasta de ojos de cangrejo, patas de cuervo, imposición de manos, compresión del tumor con planchas de plomo… Las promesas de los “aprendices de brujo” no se detuvieron con el surgimiento de la medicina científica: todavía hay quienes confunden a pacientes desesperados con bebidas de gorgojos, homeopatía y otros tratamientos sin prueba experimental.

Pero paralelamente los avances fueron notables. El uso de herramientas diagnósticas avanzadas permite detectar los tumores en etapas cada vez más tempranas. Vacunas contra enfermedades como la hepatitis o el virus del papiloma humano están haciendo descender los tumores causados por infecciones. La asociación entre estilos de vida, como el tabaquismo, con diferentes tipos de cáncer, inspiró campañas de prevención que prometen una reducción en la incidencia de otro grupo de tumores. La investigación epidemiológica que llevó a dejar de lado el uso rutinario de la terapia de reemplazo hormonal está ayudando a disminuir la del cáncer de mama. La cirugía oncológica con extremada precisión permite un tratamiento con mínimo trauma y efecto máximo. La radiología y la quimioterapia también mejoraron notablemente. 

Ya se cuenta, incluso, con estudios pronósticos de riesgo genético, que permiten tomar decisiones previas a la aparición del cáncer o de la elección de estrategias terapéuticas. La combinación de terapias y la medicina personalizada ya están convirtiéndose en una realidad. Y los cuidados paliativos ofrecen la posibilidad de bien morir cuando la cura no es posible. 

Cuando Sidney Farber descubrió casi accidentalmente la primera droga quimioterapéutica, los médicos empezaron a soñar con una “bala mágica” que curaría todos los tumores. Hoy se sabe que eso es imposible, y que para ganarle al cáncer habrá que armar un complejo rompecabezas y echar mano del conocimiento de médicos, cirujanos, radiólogos, farmacólogos, investigadores básicos, epidemiólogos, asistentes sociales, enfermeros, psicólogos, sanitaristas y hasta de los propios pacientes. 

 

“ Esta serie de entrevistas se propone, precisamente, ir en busca de esta diversidad de miradas. Ofrece el testimonio de personas que aceptan el desafío de pelearle al cáncer en la Argentina. ”




Esta serie de entrevistas se propone, precisamente, ir en busca de esta diversidad de miradas. Ofrece el testimonio de personas que aceptan el desafío de pelearle al cáncer en la Argentina. Algunos, como Elías, Alejandra, Patricia y Susana, lo vivieron en carne propia y decidieron no quedarse de brazos cruzados; otros, como Gabriel Rabinovich y Osvaldo Podhajcer, investigan en la frontera del conocimiento y revelan la dinámica complejísima que permite evadir los ataques; otros, como el doctor Reinaldo Chacón y la doctora Gabriela Cinat, investigan y practican la oncología clínica desde que nació en el país; la doctora María del Carmen Vidal y Benito se ocupa de un aspecto muchas veces soslayado: las emociones y los recursos psíquicos para afrontar los tratamientos; Liliana Broggi, Aníbal Ávila y Carlos González lo viven, como enfermeros especializados, junto a la cama del paciente; María Viniegra orquesta la respuesta sanitaria desde el recientemente creado Instituto Nacional del Cáncer; e Ignacio Zervino conoce las penurias de quienes, después de recibir el diagnóstico, tienen que recorrer los laberintos del hospital público.

Valga este aporte para que el silencio temeroso que todavía provoca el cáncer, no impida que muchos de los avances increíbles de la ciencia lleguen a quienes podrían beneficiarse de ellos, y para que el cáncer deje de ser, como dice Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas, “la enfermedad que entra sin llamar”. 

 

Nora Bär

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* Editora de “Ciencia y Salud” del diario La Nación. Miembro de Número de la Academia Nacional de Periodismo.