Nuestras vidas transcurren en gran proporción dentro de un estado mental mecanicista. En ese estado, donde perdemos conexión con nuestras vivencias y activamos lo que llamamos el piloto automático, lo prioritario es el hacer, la productividad, y cuanto más, mejor. 

También se ha llamado “multitasking” (multitareas) a esa… capacidad (?) de hacer varias cosas a la vez y aumentar el rendimiento y la productividad. 

Hablamos por teléfono, cocinamos y preparamos a nuestro hijo para ir a la escuela al mismo tiempo, o abrimos varias ventanas en la computadora mientras miramos un mensaje de texto y charlamos con alguien más. 

Hoy sabemos que, si bien poder hacer más de una tarea a la vez es un logro magnífico del cerebro evolutivo, alcanzado durante cientos y cientos de años de desarrollo, su abuso sistemático deteriora un aspecto fundamental de nuestra vida diaria: la atención plena. 

Observemos cuánto tiempo podés mantenerte plenamente atenta en un diálogo, mirando a tu mascota o sintiendo la suavidad de la caricia de una brisa en tu rostro. ¿10, 15 segundos? Es tan abrumador el ritmo diario que llevamos que detenernos a no hacer nada o sentarnos sin sentir que nos llueven exigencias internas de acción, parece un sueño. 

Muchas veces la enfermedad de nuestro cuerpo puede estar asociada a estados mentales de ansiedad intensa, angustia, desconexión, estados también vinculados a estilos de vida agitados, acelerados. 

De hecho, la psicoinmunología considera el factor psicológico/emocional como importante en el desarrollo de procesos de salud/enfermedad, y recomienda el entrenamiento en habilidades cognitivas/emocionales como un camino que contribuye a la búsqueda del restablecimiento saludable del ser humano.

¿Existe alternativa a esto? Para aquellos que están transitando el sufrimiento de una enfermedad crónica, de una convalecencia prolongada o la incertidumbre de lo que me ocurrirá mañana, ¿Existe algo efectivo que acompañe el tratamiento médico?

Hace ya algunas décadas la ciencia está intentando articular la sabiduría meditativa milenaria con sus propios descubrimientos. Entre otras cosas, ha venido estudiando una nueva configuración de los patrones mentales, del funcionamiento de la mente/cerebro, y ha encontrado en un entrenamiento llamado “Mindfulness” (mente plena, atención plena), una alternativa válida y también efectiva al estilo de vida demoledor que llevamos (¡y que tantas veces se lleva consigo nuestra salud!), y que es una herramienta valiosísima en el alivio sintomático y la mejoría emocional/espiritual durante la enfermedad.

Mindfulness es aprender a Parar, Detenerse y Observar.

Parar implica darte cuenta de que no es necesario correr todo el día de un lugar a otro, de que tenés que ser consciente que tu agenda y actividades no pueden transformarse en un tirano que te aprieta constantemente para llegar a ningún lugar… pretender hacer varias cosas en la mañana y otras tantas a la tarde sin tomar en cuenta imponderables, tiempos de traslado, autoexigencia, es dañino para tu salud.

Una señora que recién había tenido un niño me decía: “ya pasaron 2 meses de la maternidad, tengo que volver a mis actividades, al taller de pintura, a gimnasia, ¡a la vida de siempre!”, sin darse cuenta que nada más ni nada menos que un hijo estaba en el medio de todo eso


Respetar ciertos procesos internos y externos siendo consciente de tus tiempos es clave. Más aún durante una enfermedad como la que estás atravesando. Este es el aspecto de aprendizaje que los procesos patológicos pueden dejarnos… porque parar puede significar resignificar, cuestionar, repensar nuestras vidas, ¿no?

Detenerse implica comenzar a cultivar la calma del corazón, la paciencia (que tenían nuestros parientes antecesores) para empezar a conectar con todo. Vivimos en el apuro interno, la inquietud, que no trae más que síntomas psicosomáticos, ansiedad e inestabilidad. Durante el tratamiento oncológico, tenés la oportunidad de amigarte con tu cuerpo y con vos misma a través de la paciencia, la ternura y la compasión, pero una compasión activa y amable, no lastimosa.

Por último, observar es parte necesaria de este proceso antecedido por el Parar y Detenerse. Si tu vida no es frenética y si podés comenzar a vivir con conciencia tu cuerpo, estás preparada para comenzar a sorprenderte del mundo, de ser curiosa y observarlo con amabilidad y conexión. Quizá puedas observar lo que no veías antes con el “apuro” que llevabas, quizá puedas (como les ocurre a muchos pacientes) deslumbrarte con vivencias tan simples que enmudecen el corazón… 

¿Qué es el reiki?

El reiki es una técnica de origen japonés de transmisión de energía a través de la imposición de manos que se utiliza para lograr equilibrio y armonía en los planos físicos y mentales.

REI: ENERGÍA UNIVERSAL + KI: ENERGÍA VITAL

Aunque existen experiencias positivas de personas que se han visto beneficiadas con esta terapia, aún no hay estudios científicos que afirmen que el reiki sea eficaz en el tratami- ento del cáncer. Sí te puede ayudar a:

• Relajar profundamente

• Aumentar la sensación de bienestar

• Reducir el estrés

• Aliviar el dolor

El instructor impone sus manos sobre el cuerpo y utiliza entre 12 a 15 imposiciones diferentes, permaneciendo entre 2 a 5 minutos en cada uno, con el fin de eliminar los bloqueos en patrones energéticos del cuerpo.

 

Un ejercicio de inicio

Ubicate en una silla en un espacio silencioso. Intentá no apoyar la espalda, sino más bien sentate hacia el borde de la base de la misma, y ubicá las plantas de los pies bien firmes en el suelo. Mantené la espalda en una posición recta pero no rígida, y no tenses el rostro, ni los hombros, ni las manos. Cerrá suavemente los ojos y comenzá a sentir primero la posición: los apoyos del cuerpo, todas las sensa-ciones (calor, frío, humedad, sequedad, cosquilleos, ardor, o lo que aparezca) y luego sentí tu respiración. No la cambies, no hagas nada con ella más que sentirla. Podés enfocarte en las fosas nasales, en tu pecho o en el abdomen, tres lugares donde se evidencia el paso del aire por el organismo. Intentá mantener atención en la respiración, al menos por tres secuen-cias respiratorias primero y luego cinco sin interrupción. No te pelees con los pensamientos, aunque tu mente se inunde de ellos, aceptá lo que ocurre. Mantené paciencia, amabilidad, comprensión de vos misma, es sólo un inicio. Sentí la conexión con todo: “soy un ser com-pleto en interconexión con todo el universo, la respiración es el proce-so básico de contacto con todo… siento mi respiración. Mi respiración puede ser una herramienta poderosa en el proceso de mi recuper-ación, porque mi tratamiento puede ser un proceso, un aprendizaje, del que emerja más sabio, más agradecido a la vida”. Mové suave-mente el cuerpo cuando finalice.Sonreí