La angustia frente al diagnóstico

Juana se sintió muy angustiada cuando su médico le anunció que había tenido una recaída de su cáncer de mama. Frente a la recomendación de realizar nuevamente quimioterapia y rayos, se mostró insegura, con dudas y sin más esperanza en los tratamientos médicos convencionales. Le costaba mucho decidirse entre encarar lo indicado por los doctores o buscar algún nuevo tratamiento alternativo”.

De acuerdo a la Red Integral del Cáncer y a la Sociedad Americana del Cáncer, el término angustia se refiere a la presencia de sentimientos o emociones desagradables que pueden disminuir la capacidad del paciente de enfrentarse al cáncer, a sus síntomas físicos y a su tratamiento. Esos sentimientos van desde la impotencia, tristeza y miedo hasta la depresión, ansiedad y pánico. 

Es una respuesta normal que se presenta cuando la persona o un miembro de su familia recibe un diagnóstico de cáncer. Aparece, en parte, debido a las actitudes y temores asociados a esta enfermedad. La creencia de que el cáncer es siempre sinónimo de muerte, hoy en día es errónea, ya que hoy se la considera como una enfermedad seria pero no necesariamente fatal. 

Una primera herramienta de defensa frente a la aparición de la angustia es contar con un médico y un equipo tratante que le pueda ofrecer al paciente y a la familia la asistencia que ellos precisan. Ciertos signos o síntomas pueden anticipar que la angustia se está transformando en intensa: sentirse muy atemorizado, con un fuerte sentimiento de pánico o terror; muy triste y no creer que se pueda someter a un tratamiento; irritable y enojado de manera inusual; incapaz de enfrentar el dolor, cansancio y las náuseas; con poca concentración y memoria repentinos y pensamiento confuso; incapaz para tomar decisiones; desesperado y con poca esperanza para continuar; pensar sobre el cáncer, la muerte o ambos; dormir menos de cuatro horas; no tener o tener poco apetito por un período de semanas; conflictos familiares y problemas difíciles de resolver; cuestionarse la fe y las creencias religiosas que proporcionaron apoyo en el pasado; sentirse desvalorizado e inútil. 

A veces es difícil hablar de manera clara y abierta sobre la angustia para que el equipo tratante pueda entender con qué intensidad la siente el paciente y su familiar y /o cuidador. Es por ello que actualmente los profesionales cuentan con recursos técnicos para medir y reconocer estos sentimientos y derivar a los pacientes, lo más tempranamente posible, de acuerdo a guías de tratamiento previamente acordadas, a los distintos ámbitos donde serán tratados. 

El termómetro de la angustia y el cuestionario de autoevaluación para los familiares y/o cuidador principal se constituyen en instrumentos sumamente válidos y eficaces para la realización de esta labor. 

Cuanto más temprano se detecte el malestar emocional en el paciente con cáncer muchas más posibilidades de que éste y el medio que lo rodea puedan estar en las mejores condiciones para afrontar la enfermedad y sus tratamientos, y obtengan la mejor calidad de vida posible.