Como bien referencia el título de este artículo, el desarrollo que sigue invita a generar un cambio en la manera de pensar y de percibir para vivir la vida que se desea vivir. Sí, podemos vivir la vida que queremos vivir aún cuando las circunstancias que se presentan no sean las deseadas. Para ello contamos con un notable recurso innato a nuestra naturaleza humana: la capacidad reflexiva de nuestra conciencia para indagar qué tipos de pensamientos se tienen, pues es a partir de ellos y no de factores ajenos y extraños a la personalidad, que creamos la realidad que vivimos.

Más vale tener un pensamiento adecuado que uno positivo. Entrar en la frecuencia del pensamiento adecuado es simplemente gestar un “pensamiento positivo”, se trata de construir un pensamiento que se corresponde con el estado óptimo que quiero alcanzar. 

Dicho así, la tarea parece fácil pero en lo cotidiano resulta frecuente que el “alto impacto” que nos generan determinadas experiencias nos corran de ese estado ideal del pensamiento adecuado para instalarnos en un mundo de quejas, miedos y angustias. El desafío es entonces “pensar adecuadamente”, pues como dijo el filósofo griego Epicteto: “No son las cosas las que nos dañan sino las interpretaciones que hacemos de las cosas”.

Estar en la queja, en el fastidio o en el planteo de “por qué me pasa lo que me pasa” o “por qué a mí” no solamente nos quita energía para ponernos a pensar creativamente en opciones y alternativas adecuadas para enfrentar la situación sino que además nos desvitaliza, nos daña e intoxica. A estas alturas podemos afirmar: vivimos las experiencias que nuestra programación psicofisiológica nos permite tener.

Hoy día, al hablar de salud -entendida NO como la ausencia de enfermedad sino más bien como el equilibrio armónico de nuestro Ser en tanto cuerpo, mente y emoción- no sólo Oriente reconoce el valor del estado psicoemocional que portamos. La ciencia Occidental se encuentra en el reconocimiento de ello. Es secreto a voces que la inmunidad del organismo está en relación directa con el estado psicoemocional que portamos. 

Adviértase que este artículo tiene un propósito concreto “Vivir y Crear la vida que queremos vivir”, algo que podemos lograr mediante el pensamiento adecuado pues hemos dicho ya que “no hablamos de las cosas que vemos sino que vemos las cosas de las que hablamos” y sabemos… Las decisiones siempre son nuestras.

Cada una elige si lo que vive es “una desgracia” o la posibilidad para el cambio y la transformación. Cada una y no otra persona escoge si la enfermedad es un enemigo o un factor inesperado (e indeseado también seguramente) que nos invita a plantearnos las cosas de una manera diferente. A escucharnos de un manera distinta de una misma; a percibir los tiempos propios que son diferentes a los del mundo; a conocer las prioridades verdaderas de cada una; a reconocer qué hábitos toman nuestros espacios y más aún cuán saludables son ellos.

Si bien la aceptación de este “nuevo paradigma” puede generar, en lo inmediato, resistencia en quien lo encuentra por primera vez, lo cierto es que cuando nos hallamos familiarizados con esta nueva forma de ver las cosas, éstas cambian para nosotros. Dejamos de ser sujetos pasivos de la vida para Co-Crear con la vida y en función de lo que ella nos presenta (que bien sabemos… muchas veces no es lo deseado pero ¡Es! y con ello es con lo que tenemos que afrontarnos de allí en más).

Esta es la manera adecuada de pensar la enfermedad, NO como un “pesar” sino más bien como una invitación a la pregunta: ¿para qué me pasa lo que me pasa?

Estar en el planteo de “¿Por qué me pasa esto a mí?”, no sólo nos desvitaliza y nos corre del eje de pensar y afrontar las cosas creativa y asertivamente sino que además nos encierra en un círculo infructuoso de enfermedad. 

Habrán advertido en más de una ocasión que frente a un mismo evento dos personas responden de maneras completamente diferentes. Está quien se desmorona y quien contrariamente se siente llamado a despertar la función trascendente del Ser buscando respuestas creativas al “¿para qué me pasa esto?”

Pensar en ¿para qué nos vuelve co-creadores de la vida que queremos vivir? Nos despega de la queja y nos devuelve el poder de ser y estar en el mundo.

Las cosas pasan para algo, muy probablemente para que despertemos a nuestra realidad, a cómo estamos viviendo y si la respuesta a ello no se ajusta a nuestro deseo entonces (y aquí viene nuestro potencial co-creador) la pregunta habrá de ser otra: “¿Qué puedo hacer para que las cosas sean diferentes? ¿Qué puedo hacer para estar como quiero estar?” Todas estas preguntas no se habilitan frente al ¿Por qué? Más bien aparecen cuando con corazón sencillo y silencioso nos preguntamos “¿Para qué me pasa lo que me pasa?”

Así pues cambiemos la forma en que vemos las cosas para que las cosas cambien para nosotros. En definitiva… ¿quién dice cómo son las cosas realmente?