Cáncer de mama y genética

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Vengo de una historia fuerte con el cáncer. Mi mamá murió por esta enfermedad. 

A los 52 años, me encontré un bultito duro en la mama. Me dolía, fui al médico y me dijo que a primera vista no se veía bien. Lo cierto era que tenía tres tumores cancerígenos y me recomendó por mi seguridad extirpar la mama. Lo conversamos con mi pareja, Manuel, y recuerdo que me dijo: “Nora no es una teta, es un ser humano”. 

La verdad me generó un vacío tremendo. Cuando te dicen que tenés cáncer, la sensación no se puede explicar. Creo que es como tirarse de una montaña rusa de 150 pisos a 500 km por hora al vacío total. Lloré mucho pero en seguida pregunté: “¿Qué hay que hacer?” No podía quedarme en el llanto y en el “pobre de mí”. 

El 17 de diciembre de 2013 me operaron y gracias a Dios todo salió bien, me sacaron los ganglios y la mama. Yo le tengo mucha confianza a los médicos porque creo que no mienten y actualmente, estoy con seis sesiones de quimioterapia porque lo mío fue post menopausia. 

Por suerte tengo a Manuel, a amigas de muchos años, a la familia y a mi hija, todos me acompañan y me contienen. Es muy duro verte en el espejo sin la mama, es una mutilación. Pero hay que sobrevivir. Al principio me llenaba el corpiño con medias hasta que mandé hacer uno especial. Creo que la voy manejando bastante bien y para colocarme una prótesis tengo que esperar cuatro años, analizar cómo quedó la piel y achicar la otra mama. 

Mi historia de vida fue bastante dura. Vengo cargándome enfermos al hombro, con mucho esfuerzo. Soy viuda, mi marido tuvo fibrosis pulmonar. Luego su madre sufrió Alzheimer y más tarde su padre. Y yo siempre estuve ahí. También estoy operada del cuello de útero, así que estoy algo acostumbrada. Pero por momentos pienso: Barba, pará un poquito, ¿qué hice tan mal? 

Con mi mamá fue muy difícil. Cuando murió tenía 63 años. Desde que fue diagnosticada hasta que falleció todo pasó muy rápido y en esa época las operaciones eran muy cruentas. Se había descubierto un bultito pero no había dicho nada. Cuando los médicos la revisaron me dijeron que ya no quedaba nada por hacer y se vino a vivir conmigo. Murió en mi casa, le habían salido tumores en la cabeza... todo fue muy triste y doloroso. 

Mi hija tiene 30 años. Para ella fue muy duro cuando me diagnosticaron. Cuando me operaron de cáncer de útero se fue del sanatorio porque no pudo soportarlo. Yo me enojé muchísimo pero después entendí que no se lo pudo bancar... más adelante hablamos y nos abrazamos. Es una chica inteligente, muy consciente, que no se deja estar y se hace los estudios anualmente. Ya hemos hablado sobre el cáncer y sabe que también lo tuvo su abuela.

El cáncer depende de uno, creo que no hay que quedarse estancado, lo bueno es despertarse y hacer lo que dicen los médicos y ponerle energía al tratamiento. Mi médico me cuenta que habla con sus pacientes de mí por la buena predisposición que tengo.