Un año atrás, María Inés había atravesado una cirugía conservadora de mama, con indicación de tratamiento de radioterapia posterior. Estando ahora físicamente recuperada, no le ocurre lo mismo desde el punto de vista emocional, ya que las semanas previas a enfrentar el control médico, se pone muy ansiosa e irritable, duerme mal, está muy preocupada y con mucho miedo a los resultados y a su futuro. Desde que finalizaron sus tratamientos médicos se pregunta: “¿Y si no lo extirparon del todo el tumor?; ¿y si encuentran algo?; ¿tuve cáncer o tengo cáncer?”. 

Los investigadores que estudian los efectos a largo plazo de los tratamientos para el cáncer definen como superviviente a la persona que ha completado el tratamiento hace al menos 5 años sin presentar indicios de enfermedad. Sin embargo, la Coalición Nacional de Supervivientes de Cáncer en los Estados Unidos, considera que es mejor definir que uno es superviviente desde el mismo día del diagnóstico. Ellos refieren que hay diferentes “estaciones de supervivencia”. La primera es sobrevivir al tratamiento, la segunda, volver a la vida normal y la tercera es una adaptación a largo plazo durante la cual el cáncer se empieza a percibir como un episodio dentro del contexto más amplio de la propia vida. 

En este recorrido, ¿qué problemáticas psicológicas tiene que afrontar la persona? En términos generales, cuestiones relacionadas con la calidad de vida: preocupaciones sobre problemas médicos a largo plazo, sobre las relaciones familiares, el significado del cáncer y su afectación a la perspectiva de vida, el sentido del futuro, la capacidad de la persona de acercarse e intimar con alguien, la seguridad de planear una pareja y aún tener hijos. Actualmente, no sólo importa cuánto más sobrevive la gente sino también la calidad de la sobrevida.

Todos estos asuntos constituyen la contracara de las muy buenas noticias de que hoy en día, debido a los programas de detección precoz, los grandes avances tecnológicos y el desarrollo y la optimización de los tratamientos oncológicos, el número de pacientes recuperados a largo plazo en cáncer se incrementa gradualmente. Como consecuencia de ello, la población de pacientes recuperadas de cáncer de mama y la experiencia de vivir más allá de la enfermedad y sus tratamientos, viene recibiendo una creciente e importante atención.

Décadas atrás cuando el cáncer era una enfermedad casi uniformemente fatal, la preocupación de los médicos giraba en torno a revertir esta situación, aunque fuera infrecuente poder hacerlo. Era poco el tiempo que quedaba para profundizar en los problemas que presentaban los pacientes recuperados, entre los cuales se encontraban las dificultades para conseguir trabajo, debido a que se asumía que la persona moriría; problemas sexuales o de adaptación a los cambios físicos, como la pérdida de un miembro o una mama.

Actualmente, el panorama cambió significativamente. Es muy estimulante que la investigación en oncología tenga ahora como objetivo focalizarse en los problemas físicos, el estado de salud y la calidad de vida de los pacientes recuperados.

Investigaciones recientes demuestran que a pesar de la existencia de variaciones en la adaptación al diagnóstico y tratamiento en cáncer de mama, la mayoría de las pacientes retornarán a vidas de manera plena y con mayor riqueza que las que tenían previamente a la enfermedad, en cuanto a su funcionamiento social y emocional. Es decir, expresarán una nueva actitud ante la vida y una mayor capacidad para disfrutarla. 

Otro punto es que, a pesar de que algunas mujeres dejan sus trabajos a posteriori de un diagnóstico de cáncer de mama, ya sea por elección o por alguna incapacidad, los empleadores manifiestan que las pacientes recuperadas que continúan trabajando pueden hacerlo por más horas que sus pares no afectadas por la enfermedad oncológica. En general, estudios actuales permitieron tomar conciencia a los médicos de la existencia de preocupaciones exageradas sobre el deterioro por cáncer de mama en mujeres tratadas. 

Hay un espectro de problemas en cáncer de mama que emergen después de finalizados los tratamientos como la vulnerabilidad, angustia y sentimientos de pánico que invaden a las pacientes ante la creencia de que la enfermedad puede reaparecer en el momento en que ya no están bajo los efectos protectores de los tratamientos, ni bajo la mirada cercana de los médicos. Esto se denomina “Síndrome de Damocles” aludiendo a la leyenda griega. Su significado remite a la fragilidad y naturaleza precaria de la propia vida debido a la amenaza de que el cáncer puede reaparecer y, por lo tanto, a que la vida se encuentre otra vez amenazada. Por lo general, este miedo disminuye poco a poco a medida que transcurre el tiempo en relación con el diagnóstico y el tratamiento. Pero aumenta justo antes de las visitas de control, los estudios y las pruebas médicas. También puede activarse alrededor de aniversarios significativos relacionados con la enfermedad como la fecha del diagnóstico o de la operación. Otros acontecimientos pueden hacer emerger estos miedos como el seguimiento periodístico de la enfermedad o la muerte de una figura mediática destacada o el fallecimiento del médico tratante. A largo plazo, la continuidad depende de una combinación de factores que influyen en cómo las personas resuelven las situaciones vitales: gozar de buena salud, el apoyo familiar o de los amigos, los recursos filosóficos y espirituales, una estabilidad económica básica y una satisfactoria vida laboral. 

Por otro lado, las historias positivas de personas conocidas, en relación al cáncer de mama, pueden proporcionar esperanza a las mujeres afectadas y a sus familias.

Es mejor enfocar los períodos de predecible ansiedad, hablando sobre ello con otras personas: familia, amigos, grupo de apoyo o un psicoterapeuta en el caso de que la tensión interfiera con las actividades cotidianas.

Algo con lo que a menudo tienen que cargar los pacientes recuperados de cáncer es la información sobre las estadísticas de supervivencia para su particular cáncer. Las cifras se convierten en un peso adicional y un miedo añadido al que hay que enfrentarse. Es importante tomar en cuenta que los pronósticos se basan en el cálculo aproximado de una media y que deben considerarse en perspectiva ya que cada individuo es único. 

Las preocupaciones acerca de una recurrencia en cáncer de mama, si bien pueden disminuir, nunca se van del todo. Una parte de esta persistente ansiedad puede ser atribuida al conocimiento que tienen las mujeres recuperadas de que la enfermedad puede volver a ocurrir, por lo que entonces el seguimiento médico debe continuar de por vida. El miedo a la recurrencia conduce a un frecuente autoexamen en busca de signos y síntomas de la enfermedad, a una ansiedad anticipatoria ante los controles médicos y a preocupaciones por el futuro. En algunas mujeres, el miedo puede causar severas reacciones incapacitantes como preocupaciones hipocondríacas, evitación y negación. Así como también, dificultades para planear el futuro y sentimientos de desesperación o desesperanza. Al mismo tiempo, el miedo de la familia de la paciente a la recaída puede afectar la calidad de vida familiar. Es decir que la temática de la incertidumbre es muy significativa y cuando se manifiesta como invalidante requiere de una intervención profesional especializada.

Un seguimiento médico óptimo para las pacientes en esta etapa, incluye dirigir sus necesidades a la sobrevida, consulta y testeo genético, detección y tratamiento de nuevos tumores. Pero además, a las complicaciones de los tratamientos implementados, a las alteraciones psicológicas que puedan emerger como síntomas o trastorno de estrés postraumático, a las reacciones emocionales frente a las secuelas físicas, así como también a problemas psicosociales, como dificultades sexuales o con la intimidad.

Comprometer a las pacientes recuperadas de cáncer de mama a adquirir control sobre sus vidas, en la medida de sus posibilidades, las ayuda a vivir con mejor salud y menos miedo al futuro.

 

A continuación, te ofrecemos algunas sugerencias acerca de cómo se puede encarar tu plan integral de cuidados después de haber sido diagnosticada con cáncer de mama:

• Recordá realizar cada uno de los controles que el médico te indique. La detección precoz de cualquier alteración en tu organismo es el factor que mejor puede favorecer a un diagnóstico y tratamiento temprano y a una evolución más favorable de la afección.

• Si tus pruebas han sido negativas y te encontrás bien, no permitas que el miedo distorsione e interfiera el afrontamiento de las visitas y controles médicos sucesivos.

Sería recomendable que los miedos severos y persistentes puedan ser consultados de inmediato con un profesional de la salud mental, con quien puedas intentar algunas técnicas de relajación. Si necesitás medicación para combatir la ansiedad, será de utilidad consultar con un psiquiatra.

• Aprendé a manejar más efectivamente las situaciones cotidianas que te generan estrés como las vinculadas a la familia, trabajo, finanzas, etc. Si bien no hay investigaciones que demuestren que el estrés cause cáncer, puede originar otro tipo de problemas de salud.

Te ayudará a sentirte mejor en tu vida encontrar alternativas para reducirlo o controlarlo, como ejercicio físico controlado, baile o expresión corporal, grupos de apoyo, habilidades musicales o artísticas y tiempos para el descanso.

• Retomá o iniciá un plan regular de actividad física. Las investigaciones demuestran que mejora la función cardiovascular, el estado de ánimo (reduciendo ansiedad y depresión), el control del peso, la imagen corporal y la autoestima; disminuye la fatiga y, potencialmente, modifica la función inmune.

• Mantené una nutrición saludable y balanceada para estimular tus fortalezas y favorecer tu bienestar. Realizá cambios de hábitos alimentarios como reducir el consumo de grasas e incrementar la de frutas y vegetales. Estos cambios te benefician no sólo en la prevención del cáncer, sino también en tu salud general (enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, diabetes, obesidad, todos ellos factores que complican el cáncer y sus tratamientos).

• Favorecé tu bienestar emocional a través de conservar o desarrollar tu sentido del humor, nutrir tu mente, estimular tu creatividad y tu expresión emocional por medio de alguna actividad artística. Asimismo, date tiempo para la satisfacción de tus necesidades afectivas, la realización de actividades que te procuren placer, tener confianza en alguien que te pueda contener y apoyarte en la fe si tuvieras estas creencias. 

 

 

La sobrevida entonces no es un mal menor sino el triunfo de la vida sobre la enfermedad. Es tu obligación como paciente, para contigo misma, planear, ejecutar, corregir y establecer una buena calidad de vida.