17 de Agosto de 2017
Esclerosis múltiple, una enfermedad compleja



Hace muchos años que se conoce a la esclerosis múltiple (EM). De hecho, se cree que el primer caso documentado de esta enfermedad data del año 1421, cuando Santa Lidwina, en Holanda, se cayó mientras patinaba sobre hielo ante una súbita debilidad, y se rompió una costilla, a la edad de 15 años. Esta caída fue el primer signo de la enfermedad, que empeoró progresivamente, hasta que sus dos piernas quedaron paralizadas[1].
Con el paso de los siglos, se aprendió mucho más sobre esta enfermedad, pero continúa siendo un desafío para la medicina y para la ciencia. Es compleja, su causa permanece desconocida, y aún no se ha encontrado una cura. Tiene un impacto en la sociedad y en lo económico, ya que se trata de la principal causa de discapacidad no traumática entre los adultos jóvenes en muchos países[2], dificultando su inserción social y laboral.
Lo que se sabe sobre la esclerosis múltiple es que es una enfermedad del sistema nervioso central (SNC) que afecta a cerca de 2,3 millones de personas en todo el mundo.[3] Es de origen autoinmune: el propio organismo ataca a la mielina, una capa que aisla y protege a las neuronas, lo que conduce a un daño en el cerebro, la médula espinal y los nervios ópticos. Es una enfermedad, pero su curso y sus síntomas varían de persona a persona, dependiendo del lugar del SNC donde se localice la lesión[4].
Aunque la EM es impredecible, la clasificamos según su curso, evaluando cómo se comporta generalmente la enfermedad, si hay o no actividad (lo que se denomina ‘brotes’), y si existe un aumento sostenido de la discapacidad a lo largo del tiempo. Las principales formas son Esclerosis Múltiple Recurrente (EMR), cuando se suceden brotes y remisiones; Esclerosis Múltiple Secundaria Progresiva (EMSP), y Esclerosis Múltiple Primaria Progresiva (EMPP).
La mitad de la población de pacientes con EM en el mundo padece de una forma progresiva de la enfermedad, que empeora con el tiempo y afecta áreas tales como la visión, la movilidad, la cognición y por lo tanto, la independencia.[5] A pesar de los avances en otras formas de EM, aún no se ha logrado encontrar un tratamiento para la EM progresiva.
Y, si bien no existe cura para la EM, la investigación para comprenderla mejor y tratarla continúa. Desde Roche estamos logrando grandes progresos en este campo. Las últimas investigaciones sugieren que las células B juegan un importante rol en la progresión de la EM, lo que ha conducido al desarrollo de medicamentos innovadores y eficaces . [6],[7]


Zinc AR/OCRE/1708/00194

Referencias
[1] Medaer, R. (1979). Does the history of multiple sclerosis go back as far as the 14th century. Acta Neurologica Scandnavica. 60(3):189–92.
[2] Federación Internacional de Esclerosis Múltiple. Atlas of MS 2013: mapping multiple sclerosis around the world. Disponible en http://www.msif.org/wp-content/uploads/2014/09/Atlas-of-MS.pdf
[3] Federación Internacional de Esclerosis Múltiple. Atlas of MS 2013: mapping multiple sclerosis around the world. Disponible en http://www.msif.org/wp-content/uploads/2014/09/Atlas-of-MS.pdf
[4] National Institutes of Health-National Institute of Neurological Disorders and Stroke. (2015). Multiple Sclerosis: Hope Through Research. Available at http://www.ninds.nih.gov/disorders/multiple_sclerosis/detail_multiple_sclerosis.htm
[5] Federación Internacional de Esclerosis Múltiple. Investigación de la EM progresiva. Disponible en https://www.msif.org/research/progressive-ms
[6] Disanto G, Morahan JM, Barnett MH, Giovannoni G, Ramagopalan SV. (2012). The evidence for a role of B cells in multiple sclerosis. Neurology. 78 (11), 823–32.
[7] Hauser, S. et al. (2008). B-Cell Depletion with neuroparalytic accidents in Relapsing–Remitting Multiple Sclerosis. New England Journal of Medicine. 358, 676–88.